¿Cómo cumplir tu palabra?

11:00

Algún día surgió la oportunidad de que un grupo de escritores me leyera. Pero, ¿qué podía escribirles? 

De pronto las letras surgieron y esto fue lo que sucedió:


Debo advertir de antemano que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Al fin y al cabo, esto es sólo un cuento.



A quién corresponda

30 de Junio de 2015:

Escribo esto porque tú me lo pediste. Te diste cuenta que cuando las personas se van los que realmente mueren son los que se quedan. Entendiste mi punto. Ahora da igual. Cuando leas esto significa que me he ido. No sé si pase mucho tiempo desde que estas líneas están siendo plasmadas hasta que sean descubiertas. Por mi bien espero que sea bastante.

Algún día mencioné abiertamente la cuestión de dejar algo tras de mí cuando no estuviera. Lo importante de la vida no es sólo vivirla, significa también que todo lo que hagas en ella haya tenido un propósito tal que, aún sin esta, prevalezca. El punto de la muerte es precisamente la vida. Ya un autor mencionó algo al respecto cuando dijo “Los funerales no son para los muertos, son para los vivos”.

Siento la necesidad de pensar en aquellos a quienes dejo cuando me voy. La responsabilidad intrínseca de que por el simple hecho de aceptarme en sus vidas tenga que ofrecerles una ayuda ahora que me he ido. Nunca es fácil aceptar la pérdida. Mucho menos superarla. Pero ¿quién habló de tener que superar a una persona que en su momento fue importante? Tenemos entonces conceptos errados para situaciones difíciles.

No tienes que superar a una persona. Tienes que aprender a vivir sin ella.


Pensando en esto, pensando en ti ocurrió esta carta. Voy a hacerte y a hacerles (ya entenderás el plural) la continuación de una vida más fácil. Por lo menos esa es mi intención.

Este es mi testamento y antes de que digas o pienses cualquier cosa (como que no tenía el dinero suficiente para necesitar hacer uno), quiero que sepas que las verdaderas cosas de la vida son precisamente aquellas que no puedes comprar. Es injusto y hasta cruel que decida irme sin dejar algo a esas personas que me hicieron ser quien fui. 

Así que pon atención:


A mi hermana quiero dejarle mi álbum de fotos. Ella fue con quien más compartí en toda mi vida. Está en todos mis recuerdos y es parte de mí. Sólo ella podría amar estos pasajes en el tiempo tanto o más que yo.



A mi tía le dejo el té de manzanilla. Nunca una bebida mejoró mi ánimo ni secó mis lágrimas tanto como el té. La manzanilla siempre va bien con los nervios así que sé que me lo agradecerá.



A mi padre he de dejarle mi libro de recetas
. Alguien con tan buena sazón necesita de vez en cuando una ayuda, aunque muchas veces no quiso aceptarla. Supongo que ahora el libro será una excusa.



A mi vecino gruñón quiero dejarle la historia de Ana Frank
. Llegó la hora de que se dé cuenta que no todos tenemos finales felices.



A mi abuelo le dejo al Principito. Una persona que aún no ha perdido la capacidad de asombrarse tiene en definitiva que preguntarle cada noche a las estrellas si el cordero se comió aquella flor.



A mi mejor amiga le dejo mi cuaderno de citas y referencias
. Todos los días cuando se levante espero que lo abra y lea uno. Verá entonces cómo la vida sí se mueve alrededor de una buena lectura.



A mi madre he de dejarle mi preciada Biblia. Dios tiene hermosas promesas que sólo podemos conocer a través de su palabra. Quiero que vea el inmenso amor suyo para con toda la humanidad y que lo acepte.



A mi hermano quiero dejarle el poema al fútbol
. Siempre me asombró su destreza con el balón. Ahora quiero que logre ver más allá de los tres palos.



A mi tío le dejo “El gran quizá” de mi libro. Su vida era eso que se le iba entre la oficina y el hogar sin darse cuenta que los años pasan. Quiero que descubra su gran quizá y que no se rinda en el camino.



A mi profesor favorito le dejo la luna.
Las noches no eran lo mismo si yo no la veía antes de dormir. Pocas personas la ven como algo más que un satélite y sé que él es una de ellas.


Y a ti. 

A ti.


A ti te dejo mis letras. Todas y cada una de ellas. Esas que escribía a diario de mañana como de costumbre. Esas que se apeñuscaban una contra otra cuando la idea casi estallaba en mi mente. Esas con la tinta corrida por las lágrimas derramadas. Esas que se sienten al tacto porque era tanto el enojo que casi atravesaban el papel. Esas digitales porque llegó la era tecnológica. Esas inventadas, las divertidas que me hacían volar sin salir de la habitación. Esas que me desnudaban el alma y me hacían sentir de todo sin siquiera tocarme. Esas de las que estaba orgullosa. Esas de las que me avergonzaba. Todas ellas al final siempre fueron tuyas.


Tienes entonces la gran tarea de hacer mi voluntad. No puedo decir que mi última voluntad porque la última fue seguir el mapa que te he dibujado hasta que logres encontrar este escrito dentro de la caja de galletas que dejaré en alguna parte.

Siempre odié a las personas egoístas y sin embargo ese era mi defecto más grande. Creo que todo lo que quiero es decir algo que me olvidé cuando aún estaba o que no quise decir porque no era capaz. Como ya dije la peor parte se la llevan las personas que se quedan, que permanecen. Quiero dejar una parte de mí con ellos, que pueda levantarse cada día justo antes de salir el sol.



PD: A quien corresponda le dejo el monólogo final de Benjamin Button: “Nunca es muy tarde o en mi caso precoz para ser quien tú quieras ser. No hay límite de tiempo, empieza cuando quieras. Puedes cambiar o seguir igual, la vida no tiene reglas. Sácale provecho o desperdíciala. Espero que la aproveches. Espero que veas cosas que te sorprendan. Espero que sientas cosas que jamás hayas sentido. Espero que conozcas personas con opiniones diferentes. Espero que estés orgullosa de tu vida. Y si descubres que no, espero que tengas la fuerza y empieces otra vez”
.

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