¿Qué hacer cuando pierdes (a alguien)?

18:45

Cuando empiece a sentirse apenado por usted mismo, recuerde esta copla: "Me sentía triste... porque no tenía zapatos... hasta que en la calle... encontré a un hombre que no tenía pies" Og Mandino


Te acostumbras tanto a alguien que su ausencia te significa un sinónimo de algún final. Bueno, hay algo de verdad en eso. La palabra existe.

Dicen que todo lo que empieza tiene que acabar.
Te equivocas es en creer que ese es el final de todo porque definitivamente no lo es. Te dicen que tienes, a las buenas o a las malas, quieras o no, que comenzar de nuevo.

Pero aunque algo terminó, no fuiste tú. El día que tú termines, no lo recordarás.


Y como no es tu final, no, no tienes que comenzar de nuevo.


Todo lo que tienes que hacer es cambiar de dirección. Elegir el camino que se abre ante ti y dejar de simular que sigues por el que venías. Una nueva ruta puede seguirse. Puede incluso, inventarse. Nada está escrito, aún y cuando todo lo está de alguna inexplicable manera.

Empiezas a lidiar con las promesas que habías hecho a tus amigos de verse cada cierto tiempo cuando no tienes ánimo siquiera para salir de casa en domingo. Empiezas a hacerte grande. Tus ojos empiezan a ver de un modo distinto el mundo. Comienza a haber alguna explicación para todo lo que te rodea. Te das cuenta de por qué las personas odian tanto las rutinas. Te vuelves una de ellas. Tienes sueños y metas, algunos imposibles, otras no tanto. Las decisiones tomadas en el pasado comienzan a dar frutos.

Complicas cosas sencillas.


La vida es complicada en muchos aspectos.


En cierta medida ya no eres tú. O no eres la misma persona de ayer. Logras encontrarte después de los cambios y las consecuencias.

Y entonces entiendes que la vida nunca se detuvo. Que sigue y que tú sigues con ella. Y que eso no es redundante.

Puedes quedarte atrás si no haces nada por seguir.


Puedes sentarte en un rincón y mirar cómo se te va la vida. Cómo sí siguió sin ti. Decides que por el momento está bien sentarse a esperar. No te das cuenta que eres precisamente eso:

Un momento.

Un abrir y cerrar de ojos y sorprenderte porque el tiempo ha pasado sin que te des cuenta.

Las circunstancias te cambian y en cierta medida, te hacen ser quién eres. No puedes, sin embargo, convertirte en una. Como tampoco puedes convertir a alguien en una.

El miedo te abarca porque entonces la vida te hizo ponerte a ti mism@ en otro. En otros zapatos, en otra vida.

Y llegas al punto de depender de alguien más. Y de tener miedo a la ausencia.

Porque todas las personas que dicen tenerle miedo a la soledad, no lo hacen. Le tienen miedo a la ausencia de alguien. A perder algo que ya es parte de nosotros y con eso perdernos un poco también.


Nos damos a la tarea de buscar ganarle al tiempo en lugar de disfrutarlo. Los estándares sociales cada día están más altos. Y cumplirlos se vuelve utópico.

El éxito para un gerente. El fracaso para un desplazado. Tienes algo que te define y que en algún momento es para ti.

Nos aterra la incertidumbre.


Le huimos a la soledad.

Nadie te firma un contrato en el que se comprometa a garantizarte a alguien para el resto de tu vida.

¿Cuándo es el momento en el que el resto de tu vida se queda resumido a eso?

Y te encuentras, sin pensarlo, en un círculo vicioso en el cual a lo único que te dedicas es a creer que es para siempre.

Nadie hizo promesas y el que las hizo, algún día, dejará de cumplirlas.


No hay garantías. Tan fácil como decir que esperas ganarte la lotería sin haber comprado el boleto.

Y entonces pasa.

Pierdes.

Y caes. 

Te cuesta respirar. O seguir haciéndolo. 

Te encierras. O lloras. O las dos. O ninguna.

Y te haces débil. Decides entonces la compañía.

Exponer tus debilidades te hace débil y no más fuerte por el hecho de exponerlas. Te hace débil porque necesitaste caer en los suburbios de la sociedad para poder tú mismo recoger los pedazos y armarte de nuevo.

Necesitar de alguien más te hace débil.
Te hace depender y nada es para siempre. Te hace estar dispuesto a perder algo. Y al dolor.

Sentir dolor te hace débil. Te despoja de todas tus fuerzas y quedas reducido a un montón de escombros.

Y si entonces logras sobrevivir a todo esto, la supervivencia te hace fuerte.

El tiempo se convierte en tu mejor maestro y terminas haciéndole preguntas que (a la larga) vas a terminar contestando tú.

¿Qué tiene de maravilloso esta vida? ¿Quién llamó a esto un paraíso?


La respuesta paradójica (…) es que a pesar de todas las fuerzas arregladas en contra nuestra aún seguimos queriendo estar orgullosos de nuestra vida. Seguimos deseando, con todo el corazón, alcanzar el máximo de nuestro potencial (porque todos nosotros sabemos que podemos ser mejores de lo que somos. (…) Es verdad que la mayoría de los seres humanos no pueden traducir este sentimiento en palabras, pero ha habido algo que le aleja, por completo, del reino animal. Y ese algo, prácticamente una segunda conciencia, continúa recordándonos durante los momentos más inesperados de nuestra estúpida vida que no estamos viviendo al máximo. Por lo tanto, esto solamente es lógico si sabemos que podemos ser mejores y no lo intentamos; si sabemos que podemos obtener más bienes mundanos y no lo hacemos; si sabemos que podemos realizar un trabajo más difícil y mejor pagado y no tratamos… entonces no pensamos mucho acerca de este fracaso que se pasea por ahí llevando nuestro nombre. Gradualmente aumenta nuestro odio hacia esa persona.), y esto se debe sólo a la pequeña llama de esperanza que sigue encendida dentro de nuestro ser y que sacude la vergüenza de nuestro fracaso y nuestro descenso gradual hasta la vergüenza común de nuestra mediocridad. Somos como esas figuras de las pinturas del Renacimiento que muestran almas condenadas al infierno que se deslizan hacia el fuego mientras que sus manos permanecen extendidas hacia arriba, aún tratando de asirse de algo, aún buscando ayuda, ayuda que por lo general nunca llega.
Llegó la hora de que me cuentes!

Mi más grande miedo es perder (a alguien). Y creo que todos tenemos diferentes maneras de afrontar este hecho, ahora tú dime,


¿Que haces cuando pierdes (a alguien)?

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