¿Cómo sobrevivir a las despedidas?

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Existen las personas que se quedan contigo para toda la vida. Y existen las que están hechas para irse.



De las primeras es difícil darse cuenta porque es después de toda una vida que notas que siempre han estado. Con las segundas empiezas a entender que la decepción de perderlas se vuelve rutinaria.


No sabes cuándo alguien va a aparecer para cambiarlo todo. O sólo para verte hacerlo.
Lo que es seguro es que va a llegar y que al final, se va a ir. Supones, como la mayoría, que ese final se encuentra lejos porque nunca llegaste a imaginar que alguien llegue para tener que irse.

Y en el camino empiezas a compartir momentos. Y a crecer. Y a volver las cosas inolvidables. Y esto y aquello te van formando. Eres el resumen de las personas que te han traspasado.

Quieres que sea infinito.


Una amistad. Un amor. El punto es que deseamos con todas nuestras fuerzas que nunca acabe.
Como dije al principio, existen las personas que están hechas para irse. Que su único propósito en tu vida es ir de paso. Es dejarte una lección aprendida y seguir su camino.

Recuerdas entonces a todos esos que así como llegaron se fueron.
Esos que lograron dejar marca en ti. Que te conocieron, que te vieron reír y llorar y que estuvieron en momentos en los que nadie más estuvo.

Son esas que fueron tú mismo. Y a las que dejaste entrar.


Hoy puede que ya no estén. Incluso, hoy puede que haya personas de paso pero que creas que estarán para siempre.

Concluyo entonces que es el ciclo de las personas y el sentido del hombre en sociedad:

El 99% de las veces la decisión no depende de ti. Y es aquí donde aparece el resto del mundo y las circunstancias y todo eso que se sale de nuestro control.

Te encuentras a la deriva intentando retener personas en tu vida. Cuando no tienes por qué hacerlo.


Es cuando decides encerrarte en ti por miedo a darle tanto a alguien que cuando se vaya, te quedes incompleto.

Y en el afán de no dejar que otros te hagan daño empiezas a perder oportunidades.
La oportunidad de crecer, de compartir, de reír, de volver a levantarte y seguir.

Alguna vez alguien me preguntó qué era el tiempo para mí. Entonces dije que no podía pretender que le diera una respuesta inmediata. Prometí que la escribiría.

Tiempo no es física. No es una dimensión.

El tiempo es una oportunidad. 


Es la única oportunidad que te da Dios para ser alguien, para hacer algo.

Y es hoy cuando entiendo que el tiempo se mide en la cantidad de personas que logran impactar tu vida. En la cantidad de relaciones que logres hacer y en lo que puedas aprender de cada una de ellas.

Tu tiempo es el reflejo de ti mismo en los demás.

El porcentaje restante queda a la suerte. A veces se conoce pero en otras, nunca sucede. Eres afortunado si pasa.

La persona que está hoy tarde o temprano se va a ir. Confía. Aunque es seguro que te van a lastimar, hazlo.

Nada es para siempre.

Tienes un millón de oportunidades para ser quien tú quieras ser. Y lo más importante, con quién serlo.


Llega el momento en que tienes que empezar a pensar en ti. Ya estuvo bueno hacerlo por los demás.

Disfruta lo que tienes y con las personas que lleguen.

Despídete de las que se fueron. Pero no las olvides.

No caigas en el olvido. Y no dejes a personas que marcaron tu vida en él.


Date y dale una oportunidad a lo que viene. Al futuro.

No digas que no por miedo. Tienes que arriesgar.


Empieza un nuevo capítulo pero jamás intentes crear una nueva historia… Siempre será la misma. La tuya.

Recuerda que la mayoría casi siempre se equivoca.


No hagas lo que hace todo el mundo. Mucho menos les hagas caso. Casi siempre lo que puedan decirte no tendrá argumentos lo suficientemente válidos como para hacerte cambiar de opinión. La gente habla pero no se da cuenta de lo que dice.

Escucha a quien sabes que le importas lo suficiente como para darte un buen consejo.

No hagas nada por nadie. Ni dejes de hacer algo por el otro.

En muy rara ocasión sabes realmente si aquella persona por la que hiciste (o dejaste de hacer) algo hubiera hecho lo mismo en tus zapatos…

Trata de mantener el equilibrio.

No busques agradar pero tampoco hagas daño.

Toma tus propias decisiones. No te quedes con la duda de saber “qué hubiera pasado si…”. No puedes arrepentirte de algo que nunca hiciste pero puedes lamentarlo toda la vida.

Hay un momento para todo. Encuentra el adecuado y quédate en él.

Ríete muy duro y demuéstrale al resto del mundo que estás de pie incluso cuando muchos quisieron hacerte caer.

Arriesga. Apuesta por ti y por lo que quieres.

Los problemas siempre estarán y son parte fundamental para hacer que tu vida tenga un sentido. O que al menos se vuelva impredecible. No culpes a nadie por ellos. Haz algo.

Dios no nos pone pruebas tan duras que no podamos resistir.
Recuérdalo siempre.

Quédate sabiendo que en este mundo las personas se mueven como el dinero. Que hoy es tuyo pero que mañana ya se lo diste a alguien más. Y aun y sabiendo eso, puedes hacer mucho.

Deja de lamentar las despedidas y acepta que hacen parte del ciclo de la vida. Despedirme tantas veces me lo ha enseñado.


Lucha por lo que quieres aunque sea difícil. Lo fácil nunca vale la pena.


Decide vivir hoy y hacer todo lo que tengas pendiente. Siempre habrá una mano que estará dispuesta a sujetar la tuya.

Seamos prácticos que la vida no es complicada, los complicados somos nosotros.


Llegó la hora de que me cuentes!

No sé tú pero yo tengo un leve trauma con las despedidas, con tener que irme, con decir adiós... Si es que tú eres algo parecid@ a mí o por el contrario te da muy igual quiero saberlo:

¿Cómo es que tú lograr sobrevivir a las despedidas?


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